sábado, 9 de julio de 2011

Los nada-hacer

Conocí a uno de sus integrantes hace años, en uno de esos viajes a Morocco. En un camino perdido, en las montañas bereberes, me introdujo en el círculo del nada-hacer, un grupúsculo autogestionado, con base en BCN capital. Desconfiaban de cualquier tipo de acción (cualquier acción entraria dentro del círculo de la positividad y los nada-hacer pasaban de creerse las virtudes de la Historia, con hache mayúscula). El tipo me regaló una pegatina con un dibujo: incluía todo el círculo de actividades básicas del nada-hacer, o mejor dicho, no-actividades. Como todo grupo de carácter místico y contemplativo, aspiraba a absorber el mayor número de militantes en silenciosa procesión. Fue antes del furor de los pc´s, los macs, internéts, los geek, frikigeeks, electro-mutantes, ciber-paranoides, ruidistas-silencistas, y demás pelaje gatuno y perruno, más o menos conectado 24/7 < a la mínima barra de wifi energético en su área próxima de sudoración. Seguidor como era de la comuna fundada por el cuñado de Marx, El derecho a la pereza, creía desde hace tiempo en el vertedero de la pasividad, fuerza motriz de todos aquéllos campos de negatividad y de exaltación de la ataraxia, la vida contemplativa y la campiña. Jodida cuestión de adivinar, pues Kant, como no, habia dejado sobre la mesa una carta de no inmediata solución: la insociable sociabilidad de la especie (humanoide). O será insaciable saciabilidad...? Ay, Kant, tan prusiano. También habia frikis en la Edad Media, en abundancia, sólo que la peste negra los dejaba prontamente en su sitio, desvirtuando una sociedad del malestar, ajena a las virtudes de las pantallas de plasma y la cartilla de racionamiento del subsidio de des-empleo. Dinero, dinerito. Sonidos metálicos alegran el corazón. Con ese propósito desmesurado, pertenecer a la primera asamblea constituyente de los nada-hacer, alquilé a una pacifista mi habitación en Lavapiés, encima del Carrefú, y me subí al alsa, rumbo a bcn. Tenía en lavapiés una especie de novia, la palabra le queda grande, una zombi del audiovisual para la que escribia trabajos, guiones, que luego ella vendia en el mercado secundario, en la Ciudad de la Imagen. En aquellos años, se rodaba casi cualquier cosa, habia más cámaras que sinopsis, y se pensaba que los directores follaban más, no sé por qué. A mi la zombi me tenía atemorizado a saco. Si le gustaba alguna de mis historias, me gratificaba de manera bastante salvaje. "Venga, túmbate. Y no hables", decía, tirando los folios a la vieja madera del suelo.

1 comentario:

kobabumga dijo...

pues ahora gracias a los bolcheviques de moncloa, la asociación tiene que tener más miembros que nunca, con tanto paro y tanto indignado. Creo que han montado una excursión a Bruselas, por cambiar de usos. Dios mio una epoca sin mac-furor, que espanto.