sábado, 15 de diciembre de 2007

Como un saco de yeso







San Georges Perec de las letras bendito, miembro de aquél Taller de Literatura Potencial, y que ya me gustaría saber como esta novelita cayó en tus manos, hace muchos años -lo sabes, pero no tienes ganas de- abriendo una via de percepciones dormidas. Y luego, aún, leerías "Las cosas", descripción detallada, también, de una pareja bienitencionada -ideal, se diría ahora- que sólo quiere tener un apartamentito poblado de preciosos detalles, objetos y decoraciones.


Hay libros que se adelantan a la existencia, incondicionales textos arriesgados. El protagonista de la novela dice sentirse "como un saco de yeso, entre sacos de yeso". Y aunque Borges escribió y dijo que todas las metáforas estaban ya inventadas, esta imagen de Perec toma nueva conciencia en nuestros tiempos ladrillescos y anodinos donde los materiales pugnan por equipararse con las ideas que les dan vida.Asi que es el día en que el prota, estudiante universitario y habitante de una buhardilla algo estrecha, decide no hacer nada -como forma de rebelión- y se detiene en una percepción paralizante de su entorno.


Te preparas, como todos los días, un tazón de Nescafé; agregas, como todos los días, unas gotas de leche condensada azucarada. No te lavas, apenas si te vistes. En una palangana de plástico rosa, pones a remojar tres pares de calcetines. (pág. 19)


Cuando Urinario-man iba a la universidad y leyó este libro, pensó que la revolución estaba en los libros y la paz espiritual del alma desconchada, en los urinarios. "El discurso universitario, con su sapiencia benedictina, aplasta cualquier germen de curiosidad" Y le dió por escribir una novelita, Platón en Siracusa no se convertió en Mahoma, en la que un estudiante entre angustiao y aburrido lee una noticia en el periódico sobre la muerte de Foucault, con su foto, y decide dejar de ir a las clases, recluirse en eternos desayunos y lecturas e inventarse en la figura de su profesor de Ciencias Políticas, la figura de un maestro. La conclusión de la historia es algo delirante, y el estudiante, perdido en los pasillos del campus y su propia conciencia, imagina que la universidad está a punto de ser invadida por unas tribus llegadas de algún lejano lugar. Para salvarse, deberá organizar una cuadrilla de intrépidos valientes: sus colegas de la facultad. El Mati, un obeso compulsivo fanático de Clint Eastwood; Agus, probador de sustancias, que sobrevive haciendo suplencias de portero, que le consigue su tia, que hace la limpieza en ese edificio. El Ultra, un ultra-mdridista-de-izquierdas, cuyo sentimentalismo de barriada dura, encuentra única salida en las trifulcas y para el que justicia y violencia, caminan de la mano, desde que creyó entender, Beethoven acuna a los jovenes cachorros urbanos- ¿la naranja mecánica?.


No recuerdo muy bien como termina la historia, si es con las frases del poema de Pavese, "lavorare stanca" - el trabajo cansa- o qué. Porque estaba en el disco duro de un viejo IBM de los tiempos fundacionales del chip. Y el ordenata dijo basta. Y tenía una copia del texto en papel. Y se la dejé a un profesor ruso-español de teatro -¿el único que la podría entender?- y ahora estoy en fase de recuperarla. Resultará gracioso. Después de todo, la universidad es como el gran estómago anestesiado de un monstruo sin rostro: la novelita resultó finalista del I certámen universitario JB de Novela Universitaria, y, en el claustro de la Facultad, en compañia de eminentes doctores, se celebró un canapié con barra libre bastante memorable.


Sigues caminando al azar, te pierdes, das vueltas en círculo. A veces te fijas unas metas irrisorias....Entras en las librerias y hojeas los libros sin leerlos. (pag. 60)