viernes, 9 de julio de 2010

Como un ciego con una pistola

Habia conseguido un buen empleo como asesor de guiones. Absurdo. No necesitaba entrevistarme con los aprendices. A estas alturas, odio el trato estrictamente personal. Hay muy pocas sorpresas. Me enviaban los trabajos a una dirección, en papel. Me llevaba el borrador a un café, en una calle del distrito Centro, no voy a decir cual, y empezaba a leer aquéllo como si hubiera sido escrito por un inútil. ¿Como ponerle cara a un inútil? Casi todo era historias de casas abandonadas, muertos, apariciones, y ese tipo de cosas. Por los indicios, se trataba de eternos adolescentes, traumados, adictos a la satisfacción inmediata y, en general, con la idea de que la vida habia sido injusta con ellos y ellos no tenian nada que ver con la vida. Me hacia gracia que me pagaran por hacer ese trabajo. Es muy fácil. Sólo tienes que preguntarte por qué a cada rato, por qué esto, por qué lo otro, y luego, imaginarte que pasaría si metieras un ciego con una pistola en medio de la escena, si eso cambiaria algo. Otro truco, es meter tortugas que hablan. La historia tiene que ser lo suficientemente buena, autónoma, para que resista a las tortugas hablando y al ciego con la pistola. Estaba tan metido en mi trabajo, que no me di cuenta para quien estaba trabajando. ¿Por qué yo? ¿Por qué me habian ofrecido eso a mi? Tuve que reconstruir todo el proceso, buscar algunos rastros en internet
. Yo firmaba mis trabajos como Anónimo72. Y se los enviaba a Rosebud por correo electrónico. Joder, era evidente. Estaba trtabajando para alguien que me conocia. Así que, solo por jugar, decidí bajar el listón: me parecian bien las casas abandonadas, los dobles, las niñas poseidas, las apariciones. Empecé a darles la razón. Parece ser que querian hacer un cine taquillero y palomitero, a pesar de que se habian criado en polígonos industriales de la periferia. Fueron ellos los que se adueñaron poco a poco del centro de la ciudad, porque venian huyendo de perseguidores, en la ciudad de las imágenes.

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